Señor Director:
La evaluación al profesorado que actualmente se está aplicando en los colegios municipalizados presenta, a mi juicio, las siguientes falencias:
1. Mide sólo competencias y no desempeño, es decir, nos indica lo que el profesor sabe de su materia y no cómo éste se comporta con sus alumnos. Nada sabemos sobre si sus clases son motivadoras, si asiste regularmente a clases, si sus alumnos aprenden lo que les enseña, cuáles son sus resultados, etcétera.
2. Sus instrumentos son poco fiables. La confección del portafolios, que determina en 60% el resultado de la evaluación, es adulterable, se puede mandar a hacer. De hecho, a las escuelas se presentan instituciones que previo pago del interesado le "ayudan" a confeccionar dicho documento.
3. Es un proceso excesivamente burocrático. Nuestra educación es asfixiantemente burocrática. Si hay algo que aqueja al docente, es el escaso tiempo que tiene para atender a sus alumnos y preparar sus clases. Tiene sobrecarga horaria y cursos numerosos. Diariamente debe cumplir con el llenado de tediosos formularios, infinitas reuniones que a nada conducen, más las consabidas correcciones de pruebas que le consumen el fin de semana. Y a esto se agrega la confección de un aparatoso portafolios que durante tres meses no le deja tiempo para atender ni a sus alumnos ni a su familia. Además de lo anterior, el educador debe someterse a la farandulera filmación de una clase en que todo es ficticio, constituyéndose en el hazmerreír de sus alumnos, quienes se dan cuenta de que se trata de un montaje que nada tiene que ver con una clase real.
4. No es predictiva. Hasta el momento, sus conclusiones son obvias e inútiles: hay un 3% de profesores que tiene deficiencias en sus saberes, en el otro extremo hay un 7% que lo hace muy bien, y una gran mayoría que se ubica en una dorada medianía. Esto, educativamente, es irrelevante; mayor predictividad en los resultados tiene, por ejemplo, el que haya profesores especialistas en los cursos superiores de educación básica.
En consecuencia, debiera hacerse una reformulación profunda de este proceso si queremos realmente una educación de calidad.
Julio Luengo Peredo
Profesor de Estado
Señor Director:
La presencia de los comandantes en jefe del Ejército, la Armada y la Fuerza Áerea (no concurrió el general director de Carabineros) en la presentación del libro "Después de la quimera", esencialmente de contenido político-contingente, de los señores Ernesto Ottone, ex asesor de Ricardo Lagos, y Sergio Muñoz, analista político, ambos de reconocida militancia de izquierda, aparece como altamente improcedente, inconveniente e inexplicable en una reunión cuyo objetivo era celebrar la aparición de una obra escrita por dos concertacionistas que, como era de esperar, congregó a los más conspicuos representantes del conglomerado político.
Si a lo anterior se añade que el libro fue presentado por los señores Enrique Correa y Patricio Fernández, ex ministro socialista del gobierno de Aylwin el primero y director propietario del periódico "The Clinic", el otro, tal presencia aparece doblemente injustificada e inexplicable si se tiene presente que la mencionada publicación se ha caracterizado por injuriar gravemente y en forma reiterada a quienes fueran los más distinguidos jefes de nuestras Fuerzas Armadas, quienes encabezaron el gobierno de éstas, al cual también ha intentado descalificar con los peores epítetos.
Quizás ciertamente sería de interés que también concurrieran -pues les sería saludable- al lanzamiento del libro "Terapia para cerebros lavados", de Hermógenes Pérez de Arce.
Rafael Rivera Sanhueza
La evaluación al profesorado que actualmente se está aplicando en los colegios municipalizados presenta, a mi juicio, las siguientes falencias:
1. Mide sólo competencias y no desempeño, es decir, nos indica lo que el profesor sabe de su materia y no cómo éste se comporta con sus alumnos. Nada sabemos sobre si sus clases son motivadoras, si asiste regularmente a clases, si sus alumnos aprenden lo que les enseña, cuáles son sus resultados, etcétera.
2. Sus instrumentos son poco fiables. La confección del portafolios, que determina en 60% el resultado de la evaluación, es adulterable, se puede mandar a hacer. De hecho, a las escuelas se presentan instituciones que previo pago del interesado le "ayudan" a confeccionar dicho documento.
3. Es un proceso excesivamente burocrático. Nuestra educación es asfixiantemente burocrática. Si hay algo que aqueja al docente, es el escaso tiempo que tiene para atender a sus alumnos y preparar sus clases. Tiene sobrecarga horaria y cursos numerosos. Diariamente debe cumplir con el llenado de tediosos formularios, infinitas reuniones que a nada conducen, más las consabidas correcciones de pruebas que le consumen el fin de semana. Y a esto se agrega la confección de un aparatoso portafolios que durante tres meses no le deja tiempo para atender ni a sus alumnos ni a su familia. Además de lo anterior, el educador debe someterse a la farandulera filmación de una clase en que todo es ficticio, constituyéndose en el hazmerreír de sus alumnos, quienes se dan cuenta de que se trata de un montaje que nada tiene que ver con una clase real.
4. No es predictiva. Hasta el momento, sus conclusiones son obvias e inútiles: hay un 3% de profesores que tiene deficiencias en sus saberes, en el otro extremo hay un 7% que lo hace muy bien, y una gran mayoría que se ubica en una dorada medianía. Esto, educativamente, es irrelevante; mayor predictividad en los resultados tiene, por ejemplo, el que haya profesores especialistas en los cursos superiores de educación básica.
En consecuencia, debiera hacerse una reformulación profunda de este proceso si queremos realmente una educación de calidad.
Julio Luengo Peredo
Profesor de Estado
Señor Director:
La presencia de los comandantes en jefe del Ejército, la Armada y la Fuerza Áerea (no concurrió el general director de Carabineros) en la presentación del libro "Después de la quimera", esencialmente de contenido político-contingente, de los señores Ernesto Ottone, ex asesor de Ricardo Lagos, y Sergio Muñoz, analista político, ambos de reconocida militancia de izquierda, aparece como altamente improcedente, inconveniente e inexplicable en una reunión cuyo objetivo era celebrar la aparición de una obra escrita por dos concertacionistas que, como era de esperar, congregó a los más conspicuos representantes del conglomerado político.
Si a lo anterior se añade que el libro fue presentado por los señores Enrique Correa y Patricio Fernández, ex ministro socialista del gobierno de Aylwin el primero y director propietario del periódico "The Clinic", el otro, tal presencia aparece doblemente injustificada e inexplicable si se tiene presente que la mencionada publicación se ha caracterizado por injuriar gravemente y en forma reiterada a quienes fueran los más distinguidos jefes de nuestras Fuerzas Armadas, quienes encabezaron el gobierno de éstas, al cual también ha intentado descalificar con los peores epítetos.
Quizás ciertamente sería de interés que también concurrieran -pues les sería saludable- al lanzamiento del libro "Terapia para cerebros lavados", de Hermógenes Pérez de Arce.
Rafael Rivera Sanhueza