jueves, 5 de febrero de 2009




Señor Director:


Acuerdo entre DC y comunistas


Al ser interrogado acerca de mi libro "La Muerte del Camaleón. La disolución de la Democracia Cristiana chilena. Jacques Maritain, Eduardo Frei M. y el populismo cristiano", Gabriel Valdés confiesa no haberlo leído. Improvisa sin embargo su juicio afirmando que "el libro tiene una formación muy rígida" y que no he entendido ni una palabra de los maestros que los fundadores de la DC tuvieron en mente al crearla. Tampoco le gusta la forma en que ataco, porque para hacerlo "hay que conocer a las personas".


El principio de conocer a las personas para valorar o criticar sus acciones públicas no rige respecto de la historiografía. Las "memorias" o "recuerdos", o también las "biografías oficiales" son siempre una fuente más que incierta y manipulable. Lo que es el pan de cada día para muchos políticos -inventar historias- es veneno para el científico serio. En mi estudio me limito a dar cuenta exacta de documentos y textos elaborados por los mismos Eduardo Frei M., Radomiro Tomic, Manuel Antonio Garretón Walker y Patricio Aylwin, entre otros. Ellos entregan un cuadro fidedigno de la ambigüedad esencial que caracteriza al populismo cristiano. Exponerlos cronológicamente y sin ambages es el mérito fundamental de todos mis estudios.


En 1973, las actas revelan el colaboracionismo incondicional de la DC al Gobierno Militar a la espera de conseguir con ello el poder. Hoy, los chilenos los vemos abrir paso al PC a cambio de un par de sillas parlamentarias. "Cuando los cristianos colaboramos con los comunistas traicionamos la razón por la cual Dios nos puso en el mundo de la política" (J. Maritain en carta a Frei M. 1970). Decir y reconocer todo esto no equivale a ser rígido, sino consecuente y tener principios.


Prof. Dr.Víctor Farías, Universidad Andrés Bello

miércoles, 4 de febrero de 2009

Tres cartas de absoluta actualidad


Señor Director:
Militante de 40 años
Cuarenta años de militancia en la Democracia Cristiana me dan derecho a expresar otra profunda desilusión por el actual rumbo del partido.

La espectacular irrupción de Eduardo Frei Ruiz-Tagle como candidato de la Concertación nos hizo creer que la doctrina socialcristiana estaba viva y podía dar a Chile otro gobierno, realmente centrista y respetuoso de los valores que el partido había mantenido durante su larga vida constitucional.

En un momento pensamos que los principios doctrinarios estaban, si no olvidados, cubiertos por el afán de mantener el poder y siempre cediendo al pensamiento laico socialista. Sin embargo, con Frei nos volvía el alma al cuerpo. Ya no era necesario buscar separaciones ni mirar hacia otras candidaturas donde algunas declaraciones nos recordaban nuestros ideales.

Pero ese entusiasmo se apagó pronto, apenas escuchamos a nuestro líder declarando "estudiables" iniciativas que chocaban con el pensamiento cristiano. Frei aceptaba estudiar el aborto terapéutico y otras medidas que desmentían sus propias declaraciones. Después vimos, con asombro, cómo nuestro presidente se daba la mano con el Partido Comunista, con una afectuosidad que representaba la aceptación de un pacto. La Democracia Cristiana nace, crece y triunfa en el mundo occidental como alternativa para combatir la visión materialista, atea y dictatorial del marxismo. El Partido Comunista local jamás ha abandonado esas tesis. Ni siquiera ha declarado su oposición a la violencia. La Democracia Cristiana chilena no tiene con ellos nada en común, salvo su interés por el poder, pero ese interés no puede compartirlo con sus peores enemigos.

Nos vemos obligados a añorar a los líderes de antaño. Fue Frei Montalva quien declaró: "Ni por un millón de votos cambiaría una coma de mi programa". Hoy, por mucho menos de un millón se renuncia a las bases de la doctrina. Por menos, se pacta con los enemigos que están más lejos de nuestros ideales. Otra vez desilusionados. Nuevamente tendremos que mirar a los que dejaron el partido buscando mantener sus principios. Otra vez buscaremos dónde se refugian nuestros ideales, si es que algún movimiento político aún los mantiene.
Roberto Munita Herrera, Abogado

Señor Director:
Transantiago
Dentro del Transantiago existen a lo menos tres tipos de subsidios: (I) el relacionado con los altos costos propios del sistema y el congelamiento tarifario durante 2 años, que es financiado por los contribuyentes; (II) el cruzado, cobrado a los pasajeros adultos y recibido por los estudiantes, a los que se les conceden rebajas tarifarias, que fue recién descubierto por el llamado grupo de expertos, aunque data desde hace 4 décadas o más, antes de incorporarse en el Transantiago, y (III) el -también cruzado- financiado por los pasajeros de corto recorrido a favor de los de largo recorrido, que se debe al cobro de una tarifa plana. Esta tercera categoría de subsidio aún no ha llamado la atención.

En la era de la regulación estatal del transporte público que terminó a fines del decenio de 1970, las tarifas fijadas demostraban una cierta relación con el largo de la línea, admitiéndose además alguna diferenciación por tramos dentro de una misma línea. Luego, con la desregulación de la década de 1980, las distintas tarifas tendieron a converger, un proceso que se mantuvo una vez de vuelta la regulación, en la época de las micros amarillas, de 1992 a 2006. Finalmente, con el Transantiago se ha dictado una tarifa plana, para una ciudad de 5 millones de habitantes y de 2 mil kilómetros cuadrados.

Una tarifa plana es adecuada en ciudades pequeñas, pero no en una de las dimensiones de Santiago. Una persona que toma una micro por 5 o 10 cuadras en Maipú paga lo mismo que otra que viaja más de 30 km desde Maipú a Puente Alto. Una panadería que aplicase la misma lógica cobraría igual a quien llevara medio kilo que a quien comprase 15 kilos, y rápidamente iría a la bancarrota. En ciudades como Singapur (4,5 millones de habitantes) y Londres (8,5 millones), las dos de buena fama respecto al transporte público, son escalonadas las tarifas de dicho sistema. Una consecuencia de subvencionar los viajes largos es fomentarlos, lo que conduce a una ciudad cada vez más extensa, con crecientes costos de transporte. Existen mecanismos para asegurar que ciudadanos de menores ingresos no saliesen desfavorecidos por el eventual cobro de tarifas escalonadas, como una subvención a la demanda, propuesta por el ministro Cortázar para ciudades del interior, como contrapeso al déficit del Transantiago.

Ian Thomson N., Economista en Transporte

Excelentísima Presidenta:
Carta a la Presidente Bachelet
Antes que aborde el avión con destino a Cuba, permítame decirle que celebro la honestidad y calidad humana con que Ud. gobierna. No siempre concuerdo con sus decisiones pero, como muchos chilenos, me siento orgulloso de su figura. La razón es sencilla: usted es la primera mujer que llega a la presidencia, sufrió la represión, luchó por la recuperación de la democracia, y desde La Moneda se afana por promover la prosperidad y unidad nacional.

A partir del respeto que me merecen su imagen y la de sus padres es que le manifiesto mi desencanto por su decisión de soslayar, en su próxima visita a la isla, el carácter represivo del régimen castrista, de ignorar a los disidentes y de inaugurar la Feria del Libro de La Habana. Es a mi juicio éticamente censurable, Presidenta, escudarse en el protocolo para ceder ante un tirano que detenta el poder desde 1959, ha sido condenado por violación a los derechos humanos en Naciones Unidas e impide elecciones libres. Alguien que sufrió prisión política, exigió solidaridad mundial y democracia para los chilenos no puede aterrizar en la isla y eludir a quienes se oponen pacíficamente al régimen que jamás ha tolerado agrupación opositora ni voto discordante en el parlamento, y mantiene presos políticos. Quien conoció el exilio no puede aplaudir a quien exilia y vitupera a los cubanos en la diáspora, gente que para entrar a su patria necesita visa gubernamental, tal como los chilenos que portaban la ignominiosa L en el pasaporte. Los cubanos de hoy son el espejo de nuestro pasado, Presidenta. Lo que demandaban los chilenos bajo Pinochet -plebiscito, derecho de asociación, prensa libre, derechos humanos, fin al exilio y la policía política- es lo mismo que hoy anhelan los cubanos. ¿O Ud. cree que tras medio siglo de castrismo, ellos lo refrendarían en elecciones pluralistas? Si para los chilenos 17 años sin libertad fue demasiado, ¿por qué para los cubanos 50 años sin ellas es insuficiente?

Tampoco se entiende, Presidenta, que Ud. inaugure la feria del libro en un país donde reina la censura y centenares de intelectuales -sean Vargas Llosa o Semprún, Zoé Valdés o Daína Chaviano, Arenas o Cabrera Infante, Padilla o Paquito D' River a-, están prohibidos. Allá hay además por lo menos tres libros de chilenos censurados: "Confieso que he vivido", de Pablo Neruda; "Persona non grata", de Jorge Edwards, y "Nuestros años verde olivo", de quien le escribe. Como chileno, me duele que mi Presidenta legitime la política cultural de una dictadura que censura a chilenos. Tampoco resulta congruente que la líder de un gobierno integrado por socialdemócratas, democratacristianos y liberales, se desentienda de la represión de los Castro contra personas de convicción socialdemócrata, liberal y democratacristiana. Desembarcar en La Habana y hacer como si se llegara a San José de Costa Rica constituye el sepelio de la superioridad moral de la Concertación en materia de derechos humanos, despierta odiosas divisiones en Chile y mina la consistencia de los principios democráticos de su sector, que ha tornado la defensa de los derechos humanos en su leit motiv. No se puede condenar a Pinochet y celebrar al mismo tiempo a Castro. Que no la acompañen a la Feria del Libro novelistas chilenos de trascendencia debiera hacerla reflexionar sobre el tema. Hay datos innegables: medio siglo de totalitarismo, represión brutal contra opositores, prensa controlada, presos políticos, 8.000 muertes documentadas, exilio, isla en ruinas. Que nadie diga después: "¡Si lo hubiésemos sabido!".

Hace 2.500 años el gran Tales de Mileto preguntaba: "¿Qué cosas vemos raras veces?" Respondía: "Un tirano viejo". Usted aspira a ver ahora al más viejo del mundo. Lo que Tales no aclaró fue que, aunque viejo y enfermo, el abrazo del tirano con un demócrata siempre mancha el poncho -o la guayabera- de este último. ¿Sabe, Presidenta? Aún anhelo que Ud. exprese en La Habana lo que supongo anida en su alma de luchadora por la democracia: la convicción de que la defensa de los derechos humanos es indivisible y que éstos deben exigirse para todos. También para los cubanos.

Respetuosamente,Roberto Ampuero, Profesor Universitario, escritor y columnista.

lunes, 2 de febrero de 2009

Cuatro temas de plena actualidad


Señor Director:

Indemnización a miristas

Vamos a suponer que Andrés Pascal Allende ha perdido algo la memoria y, entonces, es bueno ayudarle a recordar ciertos dichos y ciertos hechos.

Su empresa, el MIR, especificó su giro en al menos 39 oportunidades entre 1965 y 1973: el uso de la lucha armada como estrategia revolucionaria, según palabras del propio Pascal en la revista "Ercilla" de septiembre de 1969. Era la visión y misión de la empresa.

Su empresa, el MIR, realizó al menos 127 actos de violencia entre 1965 y 1973: asesinatos, secuestros y torturas de civiles y uniformados, colocación de bombas, asaltos de bancos y armerías, secuestros de aviones, incendios de garitas, robos de polvorines, tomas de fundos, radios, municipalidades y gobernaciones, enfrentamientos con carabineros y otros jóvenes, asaltos de cárceles, barricadas en caminos. Otros muchos cientos de hechos no reivindicados por el MIR son fácilmente adjudicables a la organización por su método y objetivo. Eran los servicios que prestaba la empresa.

Todos esos antecedentes los puede encontrar Andrés Pascal Allende en las obras de Patricia Arancibia Clavel, por si los archivos de la empresa hubiesen desaparecido.

Finalmente, Pascal sí ha aportado un dato importante para la memoria histórica, a pesar de estar tan olvidadizo en otras dimensiones. Nos ha dicho que más de mil miristas murieron desde 1973; como hay otros 400 vivos y pidiendo ser reconocidos como funcionarios de la empresa a 1973, Pascal Allende nos ha facilitado la reconstrucción de la planta del MIR. Hasta ahora, Carlos Altamirano nos había informado que el aparato militar mirista era mayor que el del PS, acotado éste a entre mil y mil quinientos hombres. Pascal comienza a confirmarnos esa información.

Gonzalo Rojas Sánchez


Señor Director:

Caso Mirage

Batalla campal en el Senado por caso Mirage. Peleas, descalificaciones, censuras y comentarios varios.

Si el río suena, algunas piedras debe traer.

Juan Pablo Masjuán García



Señor Director:

Incompatibilidad de funciones

El senador Naranjo propone, en carta publicada ayer, que un dirigente sindical pueda presentarse como candidato a parlamentario patrocinado por un partido político, sin autorización previa de los miembros de su sindicato, o en el caso de dirigentes de confederaciones, sin autorización previa de los sindicatos miembros. Este abuso de confianza contra los miembros de los sindicatos que eligieron al dirigente por sus servicios gremiales, y contra aquellos que discrepan de la posición partidista del dirigente, no puede ser tolerado.

En caso de ser electo, Naranjo postula que el dirigente reduzca impunemente su dedicación a la labor propia del sindicato, retirando el servicio gremial prometido a los miembros e impidiendo que éstos lo sustituyan por alguien que trabaje. Y en caso de perder la elección, Naranjo propone que los miembros del sindicato deban tolerar el retorno de un dirigente que abandonó sus labores por varios meses, o años.

La ley actual evita estos daños exigiendo que el dirigente renuncie para ser candidato, y exigiendo que, en caso de perder la elección popular, deba ganar una nueva elección en el sindicato para recuperar un puesto de dirigente. Una opción que podría agregarse es que los miembros del sindicato autoricen en un referendo o consulta extraordinaria a los socios, por una supermayoría suficiente -por ejemplo, 75% de todos los socios- y con votación secreta, a sus dirigentes para solicitar patrocinio para ser candidato a determinados partidos identificados, o para reunir firmas para postular como independiente. En esta alternativa, la ley también debería asegurar a los miembros del sindicato que frente al resultado de esa consulta deseen retirarse de él, puedan dejar de pagar cuotas a dicho sindicato. Esto es necesario porque a partir de esa consulta, debe presumirse que parte de las cuotas será destinada a sostener a un dirigente que redujo su dedicación y servicio gremial.

Todo lo anterior vale también para otras organizaciones, como clubes deportivos, cooperativas y gremios. Lo que está en juego es el abuso de una oligarquía de dirigentes; es decir, la democracia interna en los gremios.

Los partidos políticos son parte interesada en este debate, pues se beneficiarían directamente con el desvío en su favor de los recursos comunicacionales del gremio que capturen, a costa de los miembros que no simpatizan con el partido beneficiario. Por esto, la normativa sobre este tema debe permanecer sujeta a supermayorías; es decir, no debería estar en una ley simple.

Salvador Valdés Prieto


Señor Director:

Voto voluntario

En estos días hemos asistido a un gran debate público acerca de la reforma constitucional que establece un sistema de inscripción automática de los ciudadanos con derecho a voto en los registros electorales y la voluntariedad del sufragio.

Dadas las circunstancias, se trata de un proyecto de alto impacto. En efecto, de acuerdo a los cálculos del INE, durante 2008 la población en edad de votar alcanzó los 11.965.990 electores y los ciudadanos chilenos inscritos en los registros electorales ascendían a 8.110.265 a julio de ese mismo año. De establecerse la inscripción automática, se agregarían adicionalmente unos 3.855.735 electores, que representan un crecimiento de casi un 50% en el padrón electoral actual.

Precisamente, por ello es importante preguntarnos: ¿qué ha hecho que esos casi cuatro millones de posibles electores no se hayan inscrito por sí mismos? Y, más aún, ¿cómo se comportarán cuando lo estén, pero decidan si votan o no de modo autónomo?

Las razones de la indiferencia electoral son múltiples y van desde la falta de motivación hasta la desconfianza en la clase política.

Si ese trasfondo electoral no se revierte, es altamente posible que tengamos un padrón electoral de doce millones de inscritos, pero una cifra bastante más discreta que esa de electores dispuestos verdaderamente a votar.

La reciente dictación de la ley de acceso a la información pública, en esta perspectiva, puede ser una gran ocasión para demostrar un cambio de actitud, creando confianzas y credibilidad por parte de la Administración y demostrando con hechos concretos que la participación política vale la pena, pues el Estado se conduce con respeto al principio de transparencia y de probidad. De más está decir que el proceso de incorporación de este gran número de no inscritos al padrón electoral deberá ser de la forma más transparente, seria y profesional para no dejar duda alguna al respecto.

Los medios de comunicación, a través de los cuales el ciudadano se informa diariamente, pueden proyectar virtuosamente su función social, cooperando con la formación responsable del elector, asociando entonces su capacidad de transmitir noticias o de entretener con la de capacitar, abrir espacios de conversación y motivar.

Por su parte, las colectividades políticas tienen un gran desafío: renovar sus cuadros, conquistar a las generaciones que vienen -jóvenes que tienen en su gran mayoría vocación de servicio social, innumerables actividades en diversos grupos y organizaciones, que buscan ser motivados y conquistados, no forzados a participar-, incentivarlas para que voten libremente y ofrecerles un país con espacio para ellas.

Jaime Bellolio Rodríguez
Ex presidente Federación de Medios de Comunicación