viernes, 18 de junio de 2010

Educación y Gobovisión, dos temas candentes......


Señor Director:

Crisis en educación

Las empresas buscan mejorar constantemente la calidad de los servicios entregados. Es fundamental para su sobrevivencia, están insertas en mercados altamente competitivos.

Nosotros como usuarios evaluamos continuamente la calidad de los servicios que estamos recibiendo. Las empresas se esmeran por conocer nuestra opinión, y abundan las encuestas de satisfacción, que les permitirán corregir los desvíos muy a tiempo.

En última instancia los clientes tenemos un mecanismo muy efectivo para dar a conocer nuestra opinión. En este caso, no se plasmará en una encuesta, pero se verá reflejado en el estado de resultados de la compañía.

Ninguno de estos mecanismos que conducen a mejorar la calidad de los servicios opera en el ámbito de la educación. Resulta paradójico, ya que es de los servicios más relevantes que recibimos a diario y determinará buena parte de nuestra vida futura. En primer lugar, es muy difícil evaluar la calidad de la educación en el momento en que la estamos recibiendo. Esto se debe a que es un proceso de muy largo plazo, en el que inciden múltiples factores, pero también al tipo de usuario de la educación primaria y secundaria. Parte importante de los años que permanecemos en la sala de clases no tenemos el criterio ni la edad suficiente para evaluar la calidad de este servicio. El desempeño en la PSU, o en el campo laboral es un mecanismo objetivo de evaluación, pero demasiado tardío para tomar medidas correctivas.

Por otra parte, probar el servicio entregado por la competencia, compararlo con el que estamos recibiendo y optar por la mejor opción, resulta casi imposible cuando hablamos de educación.

Ante la ausencia de mecanismos de evaluación temprana por parte de los usuarios, cobra mayor relevancia cualquier sistema de evaluación externo, como el Simce. Incorporar nuevos contenidos y aumentar su frecuencia van en el sentido correcto. Esto permitirá diseñar estrategias para mejorar la calidad de la educación en nuestro país.

Camila Rendic, Académica Universidad de los Andes

Señor Director:

Caso Globovisión

La orden de captura dictada en contra de Guillermo Zuloaga, presidente de Globovisión, deja de manifiesto la total falta de independencia y autonomía del Poder Judicial en Venezuela, tal como lo reconoce expresamente el Informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

En Venezuela, la mayoría de los jueces y fiscales son nominados a dedo por Chávez, obviando el proceso concursal y utilizando un resquicio legal que le permite mantenerlos de forma provisional en sus cargos, totalmente dependientes de sus caprichos.

Muchos jueces han sido removidos por no aceptar las imposiciones del dictador y respetar el derecho al debido proceso de los imputados.

El 2 de junio, en una de las insufribles cadenas obligatorias de radio y televisión con que Chávez castiga diariamente a los venezolanos —hasta siete horas diarias duran algunas—, el Mandatario preguntó al aire cómo era posible que “este delincuente ande suelto”, junto con un peculiar análisis legal.

A los pocos días se dictó una orden de captura en contra de Zuloaga y su hijo, en el marco de un proceso por usura, en el cual desde febrero de este año no ha habido ninguna actuación de las partes, salvo que el juez había dejado sin efecto una orden de arraigo. Es decir, lo único nuevo son las acostumbradas instrucciones que Chávez imparte a la justicia a través de la televisión.

En Venezuela hay 28 presos políticos, personas honorables que, al igual que Guillermo Zuloaga, se niegan a callar frente a las amenazas del régimen, producto de lo cual se les inventan delitos, se los persigue judicialmente y se los encarcela.

Otros cientos son condenados por delitos de instigación, desacato y difamación, pero se les suspende condicionalmente la privación de libertad, para mantenerlos bajo amenaza.

Si la comunidad internacional no reacciona, no sólo se consolidará en Venezuela una odiosa dictadura, sino también el precedente de la inoperancia e ineficacia de los tratados internacionales de protección de los derechos humanos y de los organismos llamados a aplicarlos.

Luis Pardo Sáinz, Presidente, Asociación Internacional de Radiodifusión (AIR)

Nota de Redacción: Cartas recibidas en la dirección de nuestro periódico o tomadas de otros medios escritos del país.


jueves, 17 de junio de 2010

Una sola, corta, pero.....


Señor Director:

El mundo al revés.

¿Se habrán dado cuenta el senador Zaldívar y los honorables de la ex coalición gobernante que los más contentos con su voto de rechazo a la rebaja del impuesto de timbres y estampillas son justamente los bancos? Flaco favor le hacen al consumidor. Y, por favor, que los mismos no se quejen después de las altas utilidades bancarias y la falta de competencia en el sistema.

Gonzalo Cruzat V.


miércoles, 16 de junio de 2010

Muy buena correspondencia....


Señor Director:

Polémica Velasco-Vidal.

A mi juicio, ni Andrés Velasco ni Francisco Vidal ni ninguno de los políticos que apoyan a uno o al otro en su polémica al analizar el porqué de la derrota de la Concertación en las elecciones presidenciales, tienen la razón. Pienso que Eduardo Frei fue derrotado porque basó su campaña en un continuismo del gobierno de Michelle Bachelet. Frei y sus analistas políticos y consejeros leyeron mal el apoyo del 60% a Michelle Bachelet, pensaron que era un apoyo a su gobierno, en circunstancias que en realidad era un apoyo a su persona como mujer simpática y cálida. Claramente, Chile, aunque admiraba la persona de Bachelet, quería un cambio de políticas de gobierno y de manejo de sus problemas. Chile no quería una continuidad con más de lo mismo, como lo ofreció Frei, sino que quería un cambio como el que propuso Piñera.

Pedro Felipe Bianchi

Señor Director:

Vuvuzelas y comentaristas.

Lo mejor del Mundial es que el ruido ambiente afortunadamente supera a la voz de los comentaristas.

Emil Osorio Schmied.


Señor Director:

Cultura cívica.

Entre los años 1974 y 1982 me tocó vivir en Reñaca, Viña del Mar, años que resultaron inolvidables para mí y mi familia, entre otras cosas por la gran calidad de vida que dicha ciudad aporta a sus habitantes.

Durante nuestro breve paso por esa maravillosa ciudad me llamó la atención el gran respeto existente por los “pasos de cebra”, lo que se logró efectuando un muy estricto control de ellos. Al no respetarlos, infaltablemente aparecía como por encanto un “amigo en su camino”, para citar a una visita obligada al Juez de Policía Local a pagar por la falta cometida. Esta rigurosidad logró el respeto del automovilista al peatón ampliamente conocido en Viña del Mar, incluso comentado por los turistas argentinos.

A nivel país, lo mismo se podría lograr con voluntad para controlar y aumentar el valor de las multas por las transgresiones a las normas establecidas, que en su gran mayoría están sólo para ser excepcionalmente aplicadas y generalmente transgredidas.

El cumplimiento de las normas y reglamentos existentes es lo que en definitiva se conoce como cultura cívica. En nuestra vida cotidiana se asoma constantemente la gran cultura del “jaguar” chileno, ya sea quedándose pegado en la vía izquierda de las carreteras, botando basura en las calles, cruzando a mitad de cuadra, ciclistas circulando por la vereda, perros sacados a “pasear” en los jardines y veredas públicas, música nocturna ensordecedora en los departamentos, bocinas en las calles, alarmas que nadie corta, chimeneas humeantes en las casas, obras de construcción quemando leña, camiones, buses e industrias contaminando a vista y presencia de todos, estacionamiento para embarazadas ocupados por hombres o mujeres honestas, etcétera.

En Viña se logró lo indicado intensificando el control de Carabineros. Si no hay recursos para hacer lo mismo en todo el país, bastaría con aumentar significativamente el valor de las multas. Ahora, si se lograra hacer ambas cosas, mucho mejor. Con seguridad mejoraríamos rápido y significativamente nuestro comportamiento cívico con beneficio para toda la comunidad, nuestra autoestima y el respeto por nosotros mismos.

Pedro Pablo Gutiérrez.