Quedé, quedamos.
Yo quedé guardando la memoria,
la gloria, de ese día y esa era.
Yo, uno entre otros, pocos.
Guardo la memoria, porque recibí ojos y luz para ver y ví.
Oídos y sonido para oir, y oí.
Yo ví a Chile salvado por Dios, mediante sus hombres de armas.
Yo ví salir de las cenizas a Chile, Ave Fénix.
Yo quedé guardando mi lealtad y mi memoria. Otros y otras hacen lo mismo por todo Chile.
Guardamos el recuerdo imperecedero que una vez en Once, nos alzamos y aventamos al mal.
El recuerdo entrañable que amaneció otra vez, cuando ya creíamos eterno el crepúsculo y la noche que casi lo sucedió.
Guardo un recuerdo que molesta y abochorna, que avergüenza sin tener por qué.
Guardo, y otros y otras, en su puesto cada uno, guardan, la puerta de la verdad e historia.
Por eso no te extrañe que "pierda" mi tiempo en la cosa patria.
No critiques tanto mi falta de atención a tu hoy que no es enteramente mío.
Por eso, si hablas de vocación, concede que tal vez la mía sea mitad atender mi hoy, ese del bien común; y medio vigilar la puerta de la verdad entera, esa que tú y otros aman pero no tienen tiempo, a veces tampoco ganas de guardar con tu tiempo, dándole pedazos de tu vida.
Yo quedé. Y otros y otras conmigo aún sin conocernos todos. Ellos y ellas quedaron en recuerdo, no como la mujer de Lot mirando atrás, sino quedamos cargando respetuosos sobre nuestras vidas, el peso inmenso de la verdad entera.
Roberto Finat Díaz