viernes, 2 de octubre de 2009

Una carta para meditar......


Señor Director:

Después del debate presidencial, parece bastante evidente que hablar acerca de la libertad, esa que parece ser distinta de la libertad sexual, no resulta políticamente correcto.

Y como todos los candidatos, cuál más, cuál menos, proponen más Estado, más burocracia, más control, no quisiera que mi humilde silencio, como el de tantos otros, se haga cómplice de lo que ahí se dijo.

Y como es más políticamente incorrecto hablar de libertad en el campo de la educación, sólo diré que el gran nivelador social en un país que enfrenta altos grados de desigualdad es precisamente ése: la educación. Y que hoy tengamos un 70% de los estudiantes universitarios de primera generación no es mérito del Estado, sino precisamente de la libertad; de la libertad de emprender, de la visión de quienes se jugaron por esa política, hoy impensable, y del arrojo de muchos emprendedores que por años arriesgaron sus patrimonios y comprometieron sus afanes en pos de la educación superior de Chile.

Podría apostar que muchos de los políticos que hoy se vanaglorian con estos nuevos estudiantes universitarios jamás habrían aprobado una ley de universidades privadas, y de paso habrían condenado a esos mismos jóvenes a la realidad de sus padres, para luego culpar al sistema o al mercado y exigir más Estado, el mismo Estado que por décadas congeló los cupos de la educación superior negándoles la posibilidad de surgir a cientos de miles de jóvenes.

Cómo me gustaría encontrar un candidato que tuviera la valentía para hablar de algo tan esencial como la libertad: libertad para emprender, libertad para endeudarse o para ahorrar, para comparar y elegir, para contratar, para decidir a quién confiar su jubilación, para elegir qué tipo de salud quiere para su familia, para elegir el colegio y el profesor que eduque a sus hijos, para emplearse, para equivocarse y volver a levantarse; en fin, para elegir el camino que cada uno quiera.

Parafraseando a Benjamín Franklin, aquellos que renuncian a una libertad esencial por una seguridad transitoria no merecen ni la libertad ni la seguridad.

Felipe Cubillos.