miércoles, 21 de abril de 2010

Cartas de lo económico a lo divino, muy buenas.


Señor Director:

Con verdadero estupor he leído las críticas que se han hecho al Plan de Reconstrucción, en el que se contemplan algunas alzas de impuestos, moderadas y transitorias y que gravan sólo a las grandes empresas y a los propietarios de casas más acaudalados, y que representan sólo el cinco por ciento de las viviendas del país.

Desde el tranquilo ambiente de la academia y de los centros de estudios, y también desde los confortables sillones de directorio de las grandes empresas se han hecho comentarios que llegan hasta la exageración (“este no es un gobierno de centro-derecha, sino el quinto gobierno de la Concertación”; “cuando se es gobierno hay que aplicar nuestras políticas y no las del adversario”; “estas medidas van a frenar el progreso económico”, o “atentan contra la clase media”).

También he leído que tanto los ministros de Hacienda y de Economía, como también el Presidente Piñera sostuvieron en el pasado que no se debían subir los impuestos y que el programa presidencial tampoco los contemplaba. Esto último es del todo cierto. Pero el programa presidencial tampoco contemplaba la existencia del devastador terremoto que dejó a medio Chile gravemente dañado y a millones de compatriotas prácticamente en la ruina.

Ciertamente sería deseable bajar los impuestos y no subirlos.

Pero un buen político debe adaptarse a la realidad y es lo que ha hecho el Presidente al presentar este Plan que contempla, como ya he dicho, impuestos muy moderados y transitorios, que, junto con las otras medidas propuestas, posibilitará la reconstrucción de las zonas que fueron devastadas y la ayuda solidaria a nuestros compatriotas que han sufrido y siguen sufriendo los efectos de esta catástrofe.

Y todo ello sin tocar siquiera a la clase media ni a la pequeña y mediana empresa.

Celebro y respaldo este Plan y felicito al Presidente y a las autoridades económicas por el coraje de haberlo propuesto y estoy seguro de que en el Congreso Nacional no habrá nadie que deje de aprobar estas medidas.

Roberto Palumbo Ossa

Señor Director:

Los últimos anuncios económicos ponen de manifiesto la diferencia entre una política económica harvardiana y la que estábamos acostumbrados por más de treinta exitosos años: la de Chicago. Es de esperar que la primera no logre lo que ni 20 años de Concertación hicieron; es decir, socavar los fundamentos del régimen económico más exitoso que ha tenido Chile.

Lorenzo Maldonado G.

Señor Director:

El Santo Padre Benedicto XVI ha querido adelantarse a la celebración del segundo centenario de la Independencia de Chile, con el envío de su Secretario de Estado, cardenal Tarcisio Bertone, portando una imagen de la Virgen del Carmen, que, con paternal solicitud, bendijo previamente en ceremonia en la Santa Sede, en presencia del cardenal arzobispo de Santiago, Francisco Javier Errázuriz, y de otros prelados nacionales.

La imagen referida fue escogida con especial significación, puesto que en la gesta de Maipú, donde se consolidó el nacimiento de nuestra nación como estado libre, los vencedores la ungieron como reina y patrona religiosa de los chilenos, cuya sede sería el templo que hoy se yergue en ese mismo sitio.

Resulta muy atinente relacionar este gesto del sucesor de Pedro con otro episodio de nuestra historia que contiene analogías valiosas en el orden de las vinculaciones de su Cátedra con nuestro país.

Aunque con sentidos distintos, es difícil desvincular esta “Misión Bertone” con la conocida “Misión Muzzi” en los primeros años de nuestra vida autónoma. Si bien ésta contenía aspectos conflictivos en el orden eclesiástico administrativo, sin duda que tenía la relevancia de una atención dilecta hacia Chile por parte de otro Papa, Pío VII (si bien el resultado de la Misión fue informado a León XII), pero sin pretensiones de interferir en nuestro proceso político. No puede dejar de destacarse a este respecto que un acompañante de monseñor Muzzi fue el canónigo Juan María Mastai Ferretti, quien llegó al sumo pontificado bajo el nombre de Pío IX, uno de los más largos reinados del devenir católico universal y que selló dos trascendentales decisiones dogmáticas: la Inmaculada Concepción de la Virgen María, que celebramos los 8 de diciembre, y la Infalibilidad Pontificia, proclamada en 1870 en el Concilio Vaticano I, convocado por él. El Papa Juan Pablo II lo beatificó.

Con la especial valoración que debe hacerse de estos dos episodios de la vinculación de Chile con la Santa Sede, sólo cabe reiterar nuestro reconocimiento a la gentileza especialísima de Benedicto XVI, sin permitir que tal manifestación logre siquiera empañar los momentos ingratos vividos en detrimento del cardenal Bertone por impertinentes interferencias preocupadas de la contingencia actual.

Sergio Rillon R.

Señor Director:

Es sumamente grave lo que ha pasado con el recientemente designado (y renunciado) director de Gendarmería, porque implica legitimar un poder fáctico que puede juzgar y condenar al margen de la Constitución y la ley, sin respetar el debido proceso.

Manuel José Errázuriz Tagle

Abogado