sábado, 7 de agosto de 2010

Correspondencia de lujo.....

Señor Director:

Políticamente correcto.

¡Qué profundamente equivocado es muchas veces lo “políticamente correcto”! Resulta que ahora hay que disculparse por pensar que el matrimonio entre un hombre y una mujer para toda la vida es mejor que las alternativas, y que es preferible postergar el inicio de la vida sexual hasta el matrimonio. Es una lástima que planteamientos que, sin duda, son mejores en términos de bienestar para la sociedad ya no puedan ni siquiera defenderse.

¿Será eso el llamado “progresismo”? De ser así, pienso que progresismo vendría siendo como un antónimo de progreso.

M. Cecilia Cifuentes Hurtado.


Señor Director:

Matrimonio homosexual.

Antes de criticar en base a creencias o a dogmas, me parece de mejor lógica el analizar el sentido de un proyecto de ley que denomine matrimonio a la unión de dos personas del mismo sexo.


El matrimonio es una institución que el derecho recoge de la naturaleza. Los fundamentos y deberes que éste involucra son señalados por el Código Civil, pero de ningún modo inventados por éste, sino que tomados de la realidad humana.


La situación que da origen al matrimonio, la esencia de éste, se da en la fidelidad que se tienen un hombre y una mujer en pos de sí mismos y de sus hijos, siendo lo central precisamente este compromiso entre ambos, y siendo esto lo principal, a su vez, de la institución recogida por la ley. Los efectos civiles añadidos, los beneficios hereditarios, las regulaciones de temas previsionales o de isapre son consecuencias posteriores de un compromiso principal.


Reconozcamos la realidad de la tendencia homosexual, asumamos sus efectos y permitamos una formalización reconocida por el derecho que otorgue prerrogativas civiles a las parejas homosexuales estables, pero que no se designe por ley como matrimonio a algo que no lo puede ser.


José Ignacio Reid Tagle.


Señor director:

Disidente cubano en Chile.

Hubiese sido un acto de reconciliación y de respeto hacia el género humano si el presidente del Partido Comunista y sus seguidores hubiesen esperado la llegada del ex preso cubano José Ubaldo Izquierdo para darle la bienvenida a nuestro país y ofrecerle todo tipo de apoyo mientras se instala con su familia.


Pero la realidad no es así. Los comunistas se quejan de que han sido perseguidos por sus pensamientos, pero no aceptan que otros piensen diferente a ellos.

Jacobo Ventura Collao.


Señor director:

Las aprensiones de MEO.

En su columna del miércoles, Marco Enríquez-Ominami advierte falta de identidad en el gobierno de Sebastián Piñera. Para probar su aserto, recurre a dos episodios diplomáticos: el embajador Otero y el reconocimiento del nuevo gobierno de Honduras.


El primero fue un despanzurro como los que abundan en el anecdotario diplomático. Recuerdo, por ejemplo, al vehemente Nikita Jrushchov, que para reclamar la atención de la Asamblea General de las Naciones Unidas golpeó la tribuna con uno de sus zapatos; a Jimmy Carter, con sus notables desaciertos en India y Polonia; a Claudio Huepe, cuyo desaguisado forzó su renuncia como embajador de Venezuela, igual que Miguel Otero. Salvador Allende tuvo su numerito en la Universidad de Guadalajara, México. En un encendido discurso, reclamó contra "el imperialismo que devasta Latinoamérica desde tiempos coloniales", y denunció "la crueldad de los invasores que amputaron los brazos al compañero Lautaro", confundiendo al líder mapuche con el malogrado Galvarino. Fueron situaciones que causaron cierto escozor, sin más relevancia que la de un chascarro.


Honduras fue una decisión soberana del Presidente, irreprochable en la forma y en el fondo, mucho más coherente que la de Frei Montalva al restablecer relaciones diplomáticas con los países de la órbita soviética. Hubo, entonces, algunas críticas -se trataba de dictaduras comunistas que violaban sistemáticamente los derechos humanos-, pero no emergió ningún dirigente de izquierda chileno con escrúpulos por patentar la impunidad de esos regímenes.


En política, como en cualquiera actividad humana, es difícil alcanzar absoluta identidad de propósitos. Nuestra naturaleza individual lo impide. Sin embargo, Marco debe afinar su puntería o acudir a un libreto más atractivo que nos ayude a sobrellevar las diferencias y hacer un buen gobierno.

Alfonso Ríos Larraín.