Señor Director:
Reducción de horas de historia.
Me parece una excelente decisión la anunciada por el Ministerio de Educación en el sentido de ampliar en el currículum las horas de enseñanza de lenguaje y literatura. La situación que se vive en esta área es dramática (o debería decir trágica) y sus perversos efectos se expanden sobre todas las otras asignaturas, particularmente las humanidades. ¿Es posible comprender y estudiar historia, filosofía, artes visuales, musicales o escenográficas o las ciencias sociales todas sin tener un buen desempeño en las capacidades de lectura y escritura?
He presenciado clases de historia y ciencias sociales en que los niños asisten como zombis porque no entienden lo que el profesor intenta enseñar, no pueden comprender los textos de estudios ni tomar notas escritas coherentes de lo que sucede en clase. Eso es un crimen educacional. La disminución de las horas en historia y ciencias sociales es, pues, sólo un costo relativo. A mediano plazo, los beneficios se notarán también allí. Nada se saca con tener planes y programas magníficos, pero quiméricos, porque el gran acceso de entrada (la comprensión lectora y la escritura) falla terriblemente.
Pedro Gandolfo.
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Señor Director:
Vieja y nueva derecha.
Una conocida columna de “Reportajes” del último domingo enfrenta lo que llama “nueva” derecha con la anterior, que se estigmatiza como “vieja” derecha. El primer concepto lo ha postulado Guy Sorman, en reciente visita a Chile, lo que sirve al columnista para sostener que la derecha debe abandonar lo que hasta ahora la ha constituido: la autoridad y los valores católicos.
Sorman llama nueva derecha a la que erige la autonomía individual en el único valor —recalcando entre líneas “el único”— y que la política debería esmerarse por ensanchar. El columnista atribuye resistencia de la vieja derecha ante decisiones como el divorcio, la homosexualidad, la unión “matrimonial” entre personas del mismo sexo, la píldora del día después y una serie de excesos que derivarían del derecho autónomo que atribuye al hombre sobre su cuerpo, vinculados mayoritariamente con el proceso reproductivo.
Enfatiza el columnista que nada es más contrario y distinto de la nueva derecha que la no separación de la política y la moral personal, el abc de cualquiera derecha moderna. Y es que en la derecha, dice, se anida esa contradicción fundamental: de un lado, Guy Sorman, y del otro, José María. No indica el apellido de este contradictor del francés.
Lo paradójico y desfavorable para la tesis del columnista criollo, basado en Sorman, es que, por ejemplo, un exponente tan caracterizado de la nueva derecha, el ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter, ha declarado públicamente su condición de judío, de creyente practicante y asiduo asistente a la sinagoga.
La autonomía individual que entusiasma al columnista y a Sorman —que, en el fondo, es mera negación o prescindencia de Dios y su sustitución por el hombre— nace en aquel pasaje del Génesis en que el Tentador dijo a la mujer que cómo era posible que Dios le hubiera dicho a la primera pareja humana que no comieran del árbol que estaba en medio del jardín del edén, so pena de muerte. En ninguna manera moriréis. “Es que Dios sabe muy bien, puntualizó, que el día en que comiereis de él se os abrirían los ojos y seréis como dioses, conocedores del bien y del mal”.
Y como viere la mujer que el árbol era bueno para comer, apetecible a la vista y excelente para lograr “sabiduría, tomó de su fruto y comió y dio también a su marido, que igualmente comió”.
De aquí, y sólo de aquí, nacen todos los avatares de la historia humana y el tema, por cierto, nada tiene de “nuevo”.
Sergio Rillon.