miércoles, 4 de febrero de 2009

Tres cartas de absoluta actualidad


Señor Director:
Militante de 40 años
Cuarenta años de militancia en la Democracia Cristiana me dan derecho a expresar otra profunda desilusión por el actual rumbo del partido.

La espectacular irrupción de Eduardo Frei Ruiz-Tagle como candidato de la Concertación nos hizo creer que la doctrina socialcristiana estaba viva y podía dar a Chile otro gobierno, realmente centrista y respetuoso de los valores que el partido había mantenido durante su larga vida constitucional.

En un momento pensamos que los principios doctrinarios estaban, si no olvidados, cubiertos por el afán de mantener el poder y siempre cediendo al pensamiento laico socialista. Sin embargo, con Frei nos volvía el alma al cuerpo. Ya no era necesario buscar separaciones ni mirar hacia otras candidaturas donde algunas declaraciones nos recordaban nuestros ideales.

Pero ese entusiasmo se apagó pronto, apenas escuchamos a nuestro líder declarando "estudiables" iniciativas que chocaban con el pensamiento cristiano. Frei aceptaba estudiar el aborto terapéutico y otras medidas que desmentían sus propias declaraciones. Después vimos, con asombro, cómo nuestro presidente se daba la mano con el Partido Comunista, con una afectuosidad que representaba la aceptación de un pacto. La Democracia Cristiana nace, crece y triunfa en el mundo occidental como alternativa para combatir la visión materialista, atea y dictatorial del marxismo. El Partido Comunista local jamás ha abandonado esas tesis. Ni siquiera ha declarado su oposición a la violencia. La Democracia Cristiana chilena no tiene con ellos nada en común, salvo su interés por el poder, pero ese interés no puede compartirlo con sus peores enemigos.

Nos vemos obligados a añorar a los líderes de antaño. Fue Frei Montalva quien declaró: "Ni por un millón de votos cambiaría una coma de mi programa". Hoy, por mucho menos de un millón se renuncia a las bases de la doctrina. Por menos, se pacta con los enemigos que están más lejos de nuestros ideales. Otra vez desilusionados. Nuevamente tendremos que mirar a los que dejaron el partido buscando mantener sus principios. Otra vez buscaremos dónde se refugian nuestros ideales, si es que algún movimiento político aún los mantiene.
Roberto Munita Herrera, Abogado

Señor Director:
Transantiago
Dentro del Transantiago existen a lo menos tres tipos de subsidios: (I) el relacionado con los altos costos propios del sistema y el congelamiento tarifario durante 2 años, que es financiado por los contribuyentes; (II) el cruzado, cobrado a los pasajeros adultos y recibido por los estudiantes, a los que se les conceden rebajas tarifarias, que fue recién descubierto por el llamado grupo de expertos, aunque data desde hace 4 décadas o más, antes de incorporarse en el Transantiago, y (III) el -también cruzado- financiado por los pasajeros de corto recorrido a favor de los de largo recorrido, que se debe al cobro de una tarifa plana. Esta tercera categoría de subsidio aún no ha llamado la atención.

En la era de la regulación estatal del transporte público que terminó a fines del decenio de 1970, las tarifas fijadas demostraban una cierta relación con el largo de la línea, admitiéndose además alguna diferenciación por tramos dentro de una misma línea. Luego, con la desregulación de la década de 1980, las distintas tarifas tendieron a converger, un proceso que se mantuvo una vez de vuelta la regulación, en la época de las micros amarillas, de 1992 a 2006. Finalmente, con el Transantiago se ha dictado una tarifa plana, para una ciudad de 5 millones de habitantes y de 2 mil kilómetros cuadrados.

Una tarifa plana es adecuada en ciudades pequeñas, pero no en una de las dimensiones de Santiago. Una persona que toma una micro por 5 o 10 cuadras en Maipú paga lo mismo que otra que viaja más de 30 km desde Maipú a Puente Alto. Una panadería que aplicase la misma lógica cobraría igual a quien llevara medio kilo que a quien comprase 15 kilos, y rápidamente iría a la bancarrota. En ciudades como Singapur (4,5 millones de habitantes) y Londres (8,5 millones), las dos de buena fama respecto al transporte público, son escalonadas las tarifas de dicho sistema. Una consecuencia de subvencionar los viajes largos es fomentarlos, lo que conduce a una ciudad cada vez más extensa, con crecientes costos de transporte. Existen mecanismos para asegurar que ciudadanos de menores ingresos no saliesen desfavorecidos por el eventual cobro de tarifas escalonadas, como una subvención a la demanda, propuesta por el ministro Cortázar para ciudades del interior, como contrapeso al déficit del Transantiago.

Ian Thomson N., Economista en Transporte

Excelentísima Presidenta:
Carta a la Presidente Bachelet
Antes que aborde el avión con destino a Cuba, permítame decirle que celebro la honestidad y calidad humana con que Ud. gobierna. No siempre concuerdo con sus decisiones pero, como muchos chilenos, me siento orgulloso de su figura. La razón es sencilla: usted es la primera mujer que llega a la presidencia, sufrió la represión, luchó por la recuperación de la democracia, y desde La Moneda se afana por promover la prosperidad y unidad nacional.

A partir del respeto que me merecen su imagen y la de sus padres es que le manifiesto mi desencanto por su decisión de soslayar, en su próxima visita a la isla, el carácter represivo del régimen castrista, de ignorar a los disidentes y de inaugurar la Feria del Libro de La Habana. Es a mi juicio éticamente censurable, Presidenta, escudarse en el protocolo para ceder ante un tirano que detenta el poder desde 1959, ha sido condenado por violación a los derechos humanos en Naciones Unidas e impide elecciones libres. Alguien que sufrió prisión política, exigió solidaridad mundial y democracia para los chilenos no puede aterrizar en la isla y eludir a quienes se oponen pacíficamente al régimen que jamás ha tolerado agrupación opositora ni voto discordante en el parlamento, y mantiene presos políticos. Quien conoció el exilio no puede aplaudir a quien exilia y vitupera a los cubanos en la diáspora, gente que para entrar a su patria necesita visa gubernamental, tal como los chilenos que portaban la ignominiosa L en el pasaporte. Los cubanos de hoy son el espejo de nuestro pasado, Presidenta. Lo que demandaban los chilenos bajo Pinochet -plebiscito, derecho de asociación, prensa libre, derechos humanos, fin al exilio y la policía política- es lo mismo que hoy anhelan los cubanos. ¿O Ud. cree que tras medio siglo de castrismo, ellos lo refrendarían en elecciones pluralistas? Si para los chilenos 17 años sin libertad fue demasiado, ¿por qué para los cubanos 50 años sin ellas es insuficiente?

Tampoco se entiende, Presidenta, que Ud. inaugure la feria del libro en un país donde reina la censura y centenares de intelectuales -sean Vargas Llosa o Semprún, Zoé Valdés o Daína Chaviano, Arenas o Cabrera Infante, Padilla o Paquito D' River a-, están prohibidos. Allá hay además por lo menos tres libros de chilenos censurados: "Confieso que he vivido", de Pablo Neruda; "Persona non grata", de Jorge Edwards, y "Nuestros años verde olivo", de quien le escribe. Como chileno, me duele que mi Presidenta legitime la política cultural de una dictadura que censura a chilenos. Tampoco resulta congruente que la líder de un gobierno integrado por socialdemócratas, democratacristianos y liberales, se desentienda de la represión de los Castro contra personas de convicción socialdemócrata, liberal y democratacristiana. Desembarcar en La Habana y hacer como si se llegara a San José de Costa Rica constituye el sepelio de la superioridad moral de la Concertación en materia de derechos humanos, despierta odiosas divisiones en Chile y mina la consistencia de los principios democráticos de su sector, que ha tornado la defensa de los derechos humanos en su leit motiv. No se puede condenar a Pinochet y celebrar al mismo tiempo a Castro. Que no la acompañen a la Feria del Libro novelistas chilenos de trascendencia debiera hacerla reflexionar sobre el tema. Hay datos innegables: medio siglo de totalitarismo, represión brutal contra opositores, prensa controlada, presos políticos, 8.000 muertes documentadas, exilio, isla en ruinas. Que nadie diga después: "¡Si lo hubiésemos sabido!".

Hace 2.500 años el gran Tales de Mileto preguntaba: "¿Qué cosas vemos raras veces?" Respondía: "Un tirano viejo". Usted aspira a ver ahora al más viejo del mundo. Lo que Tales no aclaró fue que, aunque viejo y enfermo, el abrazo del tirano con un demócrata siempre mancha el poncho -o la guayabera- de este último. ¿Sabe, Presidenta? Aún anhelo que Ud. exprese en La Habana lo que supongo anida en su alma de luchadora por la democracia: la convicción de que la defensa de los derechos humanos es indivisible y que éstos deben exigirse para todos. También para los cubanos.

Respetuosamente,Roberto Ampuero, Profesor Universitario, escritor y columnista.