Señor Director:
Precios éticos y bajos salarios
Los altos precios que pagan las familias de ingresos medios y bajos, derivados del alto costo del financiamiento con Tarjetas de Crédito de casas comerciales y los altos precios de venta del comercio pequeño y mediano que abastecen a estas familias de escasos recursos, precios que se derivan de las discriminaciones de precios que este comercio sufre en sus compras de mercaderías, hablan de la falta de regulaciones que se implementen adecuadamente para regular los costos de las Tarjetas de Crédito de casas comerciales y que regulen adecuadamente las relaciones entre empresas proveedoras y empresas compradoras, de tal manera que se eviten los costos abusivos de dicho medio de crédito y las discriminaciones de precios que sufre la mediana y pequeña empresa, comerciales ó industriales, por sus compras de bajos volúmenes.
El bajo tipo de cambio que hacen más baratos los productos importados y las importaciones provenientes de China que son subvencionadas en más de un 50% por este país que tiene la moneda más devaluada del mundo según el Economist; son factores que brutalmente desplazan a la industria nacional, lo que atenta directamente contra la demanda por la mano de obra nacional, lo que finalmente significa una rebaja en el salario real de los trabajadores de Chile.
Los altos precios y los bajos salarios descritos se derivan de la falta de regulaciones adecuadas para mantener un alto nivel de empleo y un mercado competitivo.
Finn R. Samsing A.
Amigas, Amigos:
Al leer, en el diario El Mercurio de Santiago, los días 9 y 10 de Agosto del 2007, las distintas notas que publican, con declaraciones del mayor general de Ejército (r) Raúl Iturriaga N., he quedado sorprendido.
Imagino la rabia existente en el Palacio de la Moneda
El diario más importante de Chile le dedica más de dos páginas completas y reproduce fielmente sus palabras, cuenta como es la "cárcel cárcel'' de Punta Peuco, echa por el suelo que los militares estén en un hotel de cinco estrellas como dijo, falsalmente, ese pasquín oficialista de "La Nación. Los chilenos hemos sabido, gracias al Mercurio, que en esta cárcel, hay que pasar "ocho puertas metálicas, con cándado, y arriba con alambres de púa'' para llegar al lugar donde el visitante espera, en una sala que, la foto muestra y se advierte que es deprimente, y que conozco perfectamente, y sé que lo es.
¡ Que importa lo que haya dicho La Nación !, periódico que ni siquiera la gente de la Concertación lee en contra del militar, si este uniformado ha logrado sólo, gracias a su valentía, a su inteligencia, destruir de una plumada la verdad oficial.
Cómo se sentirán los mentirosos de gobierno que se mostraron en la foto y en la televisión felicitando al director de Investigaciones por la brillante pesquisa que llevó a la detención del General.
Y ocurre que el General cuenta que de los 52 días en que estuvo desaparecido de los de Investigaciones, hubo "50 días'' en los cuales, la policía civil no tenía la "menor idea'' de dónde estaba, que en su dar manotazos de ahogado, se fueron a buscarlo a donde nació, en Linares, o al norte, donde vive su primera señora, lugares donde no estuvo, y añade que habría sido tonto de su parte ir a Linares a mostrarse donde sus "huasos'' amigos.
Pero la policía civil queda más en total ridículo, cuando el general relata que al día 50, evaluó los hechos, meditó en sus 70 años, en su excelente salud, en que puede vivir otros 15 años, y que él no los desea pasar en la clandestinidad, sin ver a sus familiares, y decidió entregarse.
Entregarse, palabra que es muy distinta de ser encontrado. Y demuestra que a él no lo pillaron, sino que se entregó.
Y QUÉ DICE DE ESTO EL GOBIERNO, INVESTIGACIONES?.
Añade, con lujo de detalles, que concluyó que había logrado con creces lo que se había propuesto, sensibilizar sobre las injusticias que sufren los militares y lograr que la prensa diera cobertura a los uniformados (¡ y como lo logró él con su arrojo!). Dice que entonces decidió trasladarse a Viña del Mar, pues pensaba tomar un taxi e ir a entregarse al Regimiento Maipo, pero, a última hora, cambió de planes, y prefirió avisar a los detectives, y pedir que lo fueran a buscar.
Con algo de ironía dice que entonces guardó su pistola en su maletín y esperó a los detectives, a quienes describe como "malvados'', pero reconoce que con él se portaron bien.
Los detectives hicieron un show de películas, pero estaban asustados. El diálogo entre un "tira'' y el general, que cuenta Iturriaga es sensacional. El policia diciéndole, una y otra vez, "calmado, general, calmado'' e Iturriaga con ironía retrucando: "yo estoy calmado, son ustedes los que deben estar calmados''.
Iturriaga además nos confirma, con sus hechos, que para hacer lo que hizo hay que tener pantalones, ser valiente y él lo es. Durante 52 días pusó en jaque a toda la policía civil chilena, que lo buscó con decenas de hombres dedicados a encontrarlo, y andando más perdidos que el teniente Bello, mientras Iturriaga nos dice que todo lo hizo solo, sin pedir ayuda a sus camaradas.
Encontré genial su explicación que, durante los 10 años en que estuvo procesado siguió personalmente su caso, y concluyó que, con respecto a los militares, la justicia es una farsa. Cuando se vio su caso al final, como es hombre que desborda hombría concurrió a la audiencia, para "mirar a la cara'' a los 5 jueces de la suprema.
Iturriaga no teme a los supremos. Habla de los cinco con total naturalidad, les nombra expresamente, cuenta que él vislumbraba, de acuerdo a sus posiciones políticas, como iban a votar. De uno de los jueces dice que el sujeto "destila odio''.
Hace recordar a nuestro Manuel Rodríguez cuando cuenta que, dos días antes de tener que presentarse en la cárcel, sus hermanos lo invitan a un almuerzo de despedida en el Club de la Unión, y estando sentado con ellos, en una de las mesas, divisa en la del frente, a uno de los supremos que votó en su contra. Se para y deferente lo saluda y encarar.
Iturriaga está entero,. el ministro de Corte, cagado de susto. Le dice que el mirista que, según los supremos tiene oculto, está con él, y que le ha producido muchos gastos en todos estos años.
El supremo se chupa, no está en el tribunal y en la calle es un simple mortal, y, por la descripción, actuó como un pobre diablo.
Termina el almuerzo con sus parientes, sale a la Alameda, y divisa a otro supremo que va camina unos metros más adelante. Es otro de los cinco que votó su caso, y éste el único que votó a su favor. Iturriaga lo alcanza y mantiene con él un corto diálogo, donde le da las gracias por haber votado en justicia, porque no ha asesinado, torturado ni esconde a nadie.
Cuando uno lee estas cosas, sólo atina a decir: Gracias Dios por tener generales tan íntegros y valientes como el General Raúl Iturriaga .
Fernando Martínez Collins
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